Daniela Cáceres

VACIO: EL CIELO DEL ARTISTA

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Premio ASGAPA 2024

La muerte ha sido un motivo recurrente (…) en el arte a lo largo de la historia. Esta afirmación contrasta con una realidad incuestionable: la imposibilidad de comunicar la realidad de la muerte. Este conflicto constituye un terreno fértil para la creación artística, precisamente por su irresolución, donde la necesidad de representar la muerte es una fuerza de igual intensidad que la imposibilidad de hacerlo. (López del Rincón, 2015, p. 137)

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Visitar Levedad corpórea del tiempo es ingresar en una dimensión donde la materia refleja el interior de quien se relaciona con ella. Una experiencia sensorial que combina lo tangible con lo intangible. Cada pieza está situada con intención; algunas permanecen estáticas, mientras otras incorporan movimiento. La iluminación, sutil y meticulosamente dirigida genera una atmósfera melancólica y reflexiva.

Frente a la incertidumbre, el artista se entrega a la plasticidad de su material, abriendo las puertas a la espontaneidad sin un sentido preconcebido, algo particularmente desafiante para un creador conceptual. Situándose del lado del neoconcretismo, la simplicidad y organicidad de la obra le dan la palabra al observador. Este acto implica aceptar la muerte del ego para dar paso al “nosotros».

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Gustavo Benítez crea esta colección en memoria de Alejandra García. Sus tonos apagados y grisáceos contrastan poderosamente con los colores vívidos característicos del trabajo de Alejandra, despertando una sensación de pérdida y ausencia imposible de ignorar. Imaginar su proceso creativo transporta al poema de Borges (1960) que dice: “Al errar por las lentas galerías, suelo sentir con vago horror sagrado que soy el otro, el muerto, que habrá dado los mismos pasos en los mismos días. ¿Cuál de los dos escribe este poema de un yo plural y de una sola sombra?” (p. 21). Como si ambos estuvieran dando los mismos pasos en un espacio compartido de creación y memoria, el artista logra una conexión íntima y trascendental con su colega. Así, la exposición se convierte en un diálogo silencioso, en el que la sombra de la artista fallecida se entrelaza con la luz de la creación que todavía palpita en quien contempla.

Alineándose con las ideas de Plotino sobre el tiempo como una extensión del alma (Enéadas), el recorrido por la galería nos sumerge en diversas percepciones temporales que se entrelazan con el duelo. El sobresalto provocado por la pérdida inminente nos arranca de la linealidad. En respuesta, vemos producciones que, por un lado, utilizando como recurso la contraposición de elementos que distinguía muchas creaciones de Alejandra, reflejan una fusión en la identidad de ambos artistas, y por el otro, remiten a formas que evidencian la búsqueda de consuelo en la vastedad de la temporalidad cósmica y nuestra participación en la misma.

Una palabra crea andamiaje.

Una lágrima, conocimiento.

Algo se rompe, separa el alma del cuerpo.

(Texto de sala)

El cosmos nos recuerda la continuidad y la persistencia, mostrando que la materia de la que estamos hechos ha viajado en el tiempo desde el inicio del universo. Y ¿qué mejor vía para representar nuestra esperanza en esta verdad que el arte?

Una obra de arte trasciende a su creador y permanece más allá de su muerte, no solo en su forma física, sino también a través de un eterno intercambio con el espectador, quien, al ser tocado por el arte experimenta una transformación y metaboliza lo recibido para convertirlo en su propia creación. En relación a este punto, la materia prima que da vida a Levedad corpórea del tiempo es profundamente simbólica; las fibras de celulosa reciclada son testigos de la alquimia del tiempo, una manifestación tangible del ciclo interminable de vida, muerte y renovación. Sin embargo, la utilización de este material orgánico hace que sus obras sean especialmente susceptibles a la degradación. Aunque es posible preservarlas mediante la implementación de polímeros sintéticos (de hecho, algunas ya los tienen incorporados) o en condiciones ambientales controladas, su vulnerabilidad conlleva una belleza poética. Para materializar esta obra es necesario abrazar lo efímero

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En pos de capturar la complejidad de las leyes temporales que impregnan la muestra es fundamental detenerse en Hiato de tiempo vacío. Una producción que al igual que muchas en esta colección puede ser apreciada como un cuadro, una escultura, o como algo completamente distinto. La celulosa se va expandiendo desde sus extremos hacia el centro, sugiriendo movimiento y crecimiento; asciende hasta llegar al punto en el que un profundo agujero parece absorber la materia circundante, incluyendo al visitante. Continuando con la metáfora sideral, su forma recuerda una singularidad o “agujero negro”, donde las leyes físicas conocidas no se aplican de la misma manera y el tiempo pierde su significado habitual. En consonancia con esto, su nombre alude a un vacío temporal, una interrupción en la continuidad. Cuando alguien fallece, su percepción única del tiempo se detiene. Para quienes quedan, el duelo implica aceptar la discontinuidad. A pesar del fallecimiento, en nuestra percepción personal esa vida perdura hasta que internalizamos la nueva realidad. Hiato de tiempo vacío encapsula ese punto crítico del duelo, donde se asimila que una vida se ha detenido.

Frente a estas dos concepciones del tiempo —una que nos integra con lo infinito de la temporalidad cíclica, y otra que nos enfrenta a la detención absoluta del tiempo— nace la interrogante: ¿Es el arte un consuelo para el ego porque nos hace partícipes de lo eterno, o es solamente un instante en el que nos atraviesa la inmensidad de la creación, y por el cual vale la pena estar vivos aunque nada fuese eterno?

Otros momentos que involucran distintos estados de consciencia por los que vamos transitando a lo largo de esta selección (sin un orden específico) incluyen: Hielo azul, estratégicamente ubicada en un rincón al fondo de la galería, donde la luz es más tenue. Su pigmentación azul transmite una sensación de frío, soledad y ausencia de esperanza, sus relieves esconden algo congelado en el tiempo.

Vórtice, una estructura de gran tamaño que, como un organismo vivo, se propaga en la pared describiendo, en su parte superior, una rotación elíptica que converge en un punto particular, dando la sensación de un remolino y evocando la idea de un destino común inexorable

Los gemelos, dos piezas que se reflejan mutuamente sugiriendo la reflexión de nuestra propia existencia y mortalidad en el otro; y Réquiem Luminoso, la única producción que descansa cerca del suelo, separada apenas por una pequeña plataforma, dando la impresión de algo que ha caído. Sus puntas se estiran hacia arriba, como si intentara elevarse, formando una figura ligeramente cóncava.

La luz que incide sobre su superficie blanca la ilumina, mientras proyecta una sombra invertida debajo, creando un juego visual que pone de manifiesto la claridad que se puede encontrar en lo sombrío de la muerte.

Es oportuno, por último, dedicar un lugar especial en este análisis a la obra que nos da la bienvenida a la muestra, dejándonos llenos de silencio: Alma se balancea plácidamente sostenida en un solo punto de suspensión que le otorga la libertad de moverse y transmitir la oscilación de la existencia. El paso de un rayo de luz a través del pequeño orificio que se abre en ella, suscita sentimientos de vulnerabilidad y revelación. Sus bordes irregulares, como arrancados, reflejan las palabras del curador Fernando Colmán (2024), escritas bajo ella “Algo se rompe, separa el alma del cuerpo”. El caparazón que desprende el alma cuando se separa del cuerpo se convierte en una hamaca que arrulla al espectador. La forma tridimensional de esta escultura funciona como un recurso narrativo, creando un espacio de contemplación e introspección. Establece una profunda conexión con quien la mira y abre posibilidades de interpretación, proponiendo una experiencia que trasciende la percepción visual. Al contemplarla, surge la pregunta: ¿Dónde está el alma? ¿Es su forma en sí misma, ese contorno que podemos ver y tocar, una representación del alma? ¿O es en realidad su vacío, ese hueco que deja una mitad ausente, lo que encarna su nombre? ¿Su esencia reside en lo que está presente o en aquello que falta?

La muerte deja una ausencia que nos encuentra con nuestra propia caducidad, con nuestra propia falta. Algunos eligen cubrir el hueco, pero, para el artista el vacío es el cielo. En la lectura de lo que no se ve radica la esencia y la trascendencia de la muestra. Tomando las palabras de Francisco Figueroa Turcios (2018) sobre el poeta Óscar Flórez: “(…) la incertidumbre no es una angustia, ni el vacío una desgracia. Ambos son la mejor posibilidad de fuerza que tiene el ser humano para no naufragar en la certeza de la vida y de la muerte. Ambas son el apoyo donde el sueño hunde sus raíces y construye el nido que lo hace el hogar del hombre.

«Las fibras vivas de celulosa que moldearon las manos de Gustavo contienen la muerte de Alejandra, la enmarcan solo para que podamos mirar adentro.»

De no ser la incertidumbre y el vacío una realidad humana, sencillamente la vida fuera el fastidio más escandaloso donde se columpia el universo y el hombre la metáfora más imperfecta de la naturaleza”.

Las fibras vivas de celulosa que moldearon las manos de Gustavo contienen la muerte de Alejandra, la enmarcan solo para que podamos mirar adentro. A través de la sincronización de todos sus elementos la obra acoge un vacío que, de otro modo, sería insoportable para la mente, y nos invita a pasar. El arte se transforma así —si acaso no lo es siempre— en un dispositivo de intercambio entre muerte y vida, un puente por el cual atravesar el vacío entre una y otra.

Texto curatorial y de sala: Fernando Colman

Expografía: Roberto Alvarez

Producción general: Galería Exaedro

Referencias

López del Rincón, D. (2015). Decir lo indecible. Arte, muerte y comunicación. En Muerte y transfiguración en el mundo artístico contemporáneo (p. 137). Universitat de Barcelona.

Borges, J. L. (1960). Poema de los dones. En El hacedor (p. 21). Emecé Editores.

Plotino. (s.f.). Enéadas.

Colmán, F.(2024) Texto curatorial para Levedad corpórea del tiempo de Gustavo Benítez.

Figueroa Turcios, F. (2018). Oscar Flórez Támara, ‘Entre la incertidumbre y el vacío’. La Cháchara. https://lachachara.org/oscar-florez-tamara-entre-la-incertidumbre-y-el-vacio

Bio de Daniela Cáceres
Egresada de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica. Actualmente trabajo con niños en el área de educación. Considero que mi aproximación con el arte se da a través de la psicología y la filosofía, disciplinas que me apasionaron desde siempre.

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